= PARA MARZO: "TODOS DEBERIAMOS SER FEMINISTAS" de CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE
Qué significa ser feminista e qué impresión transmite esa palabra? Neste libro Chimamanda Ngozi axúdanos a romper os estéreotipos e a rescatar un concepto que se atopa totalmente desvirtuado. Esta lectura é unha exposición que invita a homes e mulleres a recoñecer que hoxe en día si hai un problema coa situación de xénero e temos que solucionalo.
Adichie é unha narradora cun estilo claro e suxerente, sen tempos mortos, das que enganchan desde o principio da frase. Agardamos que o disfrutes.

Para alimentar máis a túa intención de ler esta magnifica reflexión, deixámosche o artigo de Carlos Pardo para "Babelia" no País na "Recomendación de la semana".
https://elpais.com/cultura/2015/09/10/babelia/1441900113_014976.html
Feminista feliz y que no odia a los hombres
La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie se rebela contra el machismo. Y contra los tópicos.
Las feministas son mujeres infelices porque no encuentran marido, el feminismo es antiafricano, las feministas están siempre enfadadas y no usan desodorante. Tales tópicos, oídos de una forma más o menos velada pero con persistencia, llevan a la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (1977) a definirse al comienzo de este librito como “feminista feliz africana que no odia a los hombres y a quien le gusta llevar pintalabios y tacones altos para sí misma y no para los hombres”. Y es que el término feminista es uno de los más cargados de connotaciones negativas que existen, lo que quizá sea la demostración más evidente de que el “feminismo” (el feminismo que busca sus propias estrategias y no se deja manipular por unas reglas del juego y unos usos lingüísticos que hacen trampa ya antes de que comience la partida) sigue siendo una bandera por la que luchar desde múltiples ámbitos. Un problema de “derechos humanos”, pero, como recalca Adichie, un problema “específico”.
En esta breve conferencia hoy convertida en libro, Adichie no solo se conforma con enumerar los micromachismos cotidianos a los que parece abocarnos una concepción descafeinada del asunto: los camareros siempre esperan que paguen ellos, las mujeres se ocupan de labores del hogar y ceden un poco en su carrera profesional para mantener la paz doméstica. También combina datos objetivos (un 52% de la humanidad son mujeres, pero “cuanto más arriba llegas, menos mujeres hay”, y cobran menos por los mismos trabajos), relata anécdotas que recuerdan a la extrañeza empática de sus novelas (la mujer negra que entra sola en un hotel de Nigeria y es tomada por una prostituta) y, sobre todo, se centra en la estructura de nuestro pensamiento, en la educación. Por ejemplo, la niña que saca la mejor nota de clase porque aspira a ser delegada, pero a la profesora se le olvida matizar que sólo los niños varones pueden serlo: “Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal. Si sólo los chicos llegan a monitores de clase, al final llegará el momento en que pensemos, aunque sea de forma inconsciente, que el monitor de clase tiene que ser un chico. Si solo vemos hombres presidiendo empresas, empezará a parecernos natural que solo haya hombres presidentes de empresas”. Porque para Adichie lo realmente peligroso de este concepto esencialista de la diferencia entre mujeres y hombres, disfrazado casi siempre de virtudes positivas (sentimiento, dulzura…), es que “prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos. […] Chicos y chicas son biológicamente distintos, pero la socialización exagera las diferencias”.
Ahora nos preguntaremos qué nos aporta la visión de una escritora nigeriana que no quiere salirse de su contexto africano, sino que se reafirma en algunas costumbres sociales que los españoles creemos superadas. Lo primero, la demostración de la pervivencia de una estructura machista en cualquier sociedad, por muy desarrollada que se piense. El machismo no es sólo el pasado histórico. Es también el pasado vital y también nuestro presente.